El Divino en su tierra, Luis de Morales en el MUBA

Divino, el señor Luis de Morales, nos quedamos con la tercera acepción de la RAE;  muy excelente, extraordinariamente primoroso. El resto de definiciones, aunque enjaretadas en su trabajo y las que le dieron el sobrenombre, corresponden con la armonía concupiscente, impregnadas en su vida y obra por el contexto social de su siglo.

Para apreciar la obra del autor extremeño necesitamos coger el coche y plantarnos en las iglesias de las localidades donde desarrolló su trabajo, sentarse enfrente de un retablo en Arroyo de la Luz y permanecer en silencio. Dejarse llevar por el sonido atávico de los pinceles sobre la madera de castaño. Luz, luz y luz para dar vida a sus figuras bíblicas.

Si queremos ver la obra de Luis de Morales es necesario volar hasta el Metropolitan de Nueva York, allí una Sagrada Familia desliza el horóscopo de Cristo, atiende a admiraciones en inglés y japonés.

Se puede ir en bici, de ruta senderista, en coche, en avión, en tren es más difícil, pero se puede ir hasta el Louvre de París. Y sí, una Piedad maravillosa, atrapa al visitante del museo, las manos de la Virgen socorren la angustia más humana de un Cristo que languidece. La mirada de ambos, los ojos de esa redención tienen el sello personal del arte de Morales.

Existe una visita más cercana, con más obras del autor pacense, el Museo del Prado de Madrid. Apreciar las mezclas de óleos naturales, el capado del minio, piedras machacadas para dar consistencia moralesca componen un universo único entre tanta obra maestra. Es ahí donde el pacense goza de salud.

El Divino en su ciudad. Luis de Morales en le MUBA. Color nazareno, luz de vela. Así podemos desplazarnos al 1560 sin tener que coger un autobús, volar en avión y tirar de internet para gozar de su obra. Desde su casa, cerca de su taller.

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María Teresa Rodríguez Prieto, la directora de la pinacoteca nos habla  de una muestra, especial por sus características, organizada en dos ámbitos fundamentales en su planta baja. Por un lado los temas marianos relacionados con la Sagrada Familia y la Virgen con el Niño, mientras en otro encontramos la evocación de la Pasión y Muerte de Cristo.

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Se exponen muestras destacadas pertenecientes a retablos como el del Sagrario de la Catedral de Badajoz o el del Monasterio de Santo Domingo de Évora, pero también obras devocionales con modelos que se basaban en los postulados emanados del Concilio de Trento que buscaban la piedad del creyente a través de la representación del dolor de Cristo y el sufrimiento de su madre. Ejemplos como “La adoración de los magos” y “La adoración de los pastores” muestran las diferentes calidades entre las obras directas de Morales y las que presentan la intervención de sus colaboradores más directos, como su hijo Hernando. Generador de modelos que aunaban las influencias flamencas e italianas y que se reproducirán a lo largo de décadas después de su fallecimiento, Luis de Morales estableció su taller en Badajoz recibiendo importantes encargos que abastecían las preferencias de los prelados pacenses, pero también, las iglesias y conventos de las provincias de Badajoz, Cáceres y del país vecino portugués.

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María Teresa Rodríguez destaca que uno de los objetivos de los museos es promover la investigación sobre sus colecciones. Por ello, y con motivo de la organización de esta exposición, el Museo de Bellas Artes “decide en octubre de 2017 revisar las obras de su colección permanente relacionadas formalmente con la manera de hacer moralesca”.

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Los resultados de ese estudio técnico se pueden ver también en la exposición, algo no habitual en este tipo de proyectos pero que, precisa la directora, “nos ayuda a conocer un trabajo generalmente a la sombra y que, en los últimos años, ha ido mostrándose al público para una mayor comprensión de la labor que se realiza en los museos”.

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