Robe, guionista de su única novela

Uno se hace mayor cuando la cinta de casete de la maqueta del Rock Transgresivo, hecha migajas y buscando desconsoladamente un aparato con bobina, recibe flores de difuntos en la caja del trastero. Extremaduro, 1989, y ahí andaba ese puñetazo musical con un placentino como guionista de su única novela: Robe Iniesta.

Uno se nota fuera de juego cuando al intentar ensanchar el alma descubre que hay discos de Extremaduro que no ha escuchado, que Robe saca temas y que tus hijos de diez años tararean canciones cuajado de palabras, en las que a sus diminutas bocas les quedan grandes, enormes, como un suspiro acompasado y pesante.

Uno percibe el paso del tiempo cuando nadie entiende de métodos socráticos en pleno concierto de rock, cuando la mayéutica se mitifica y sólo atiendes a coros griegos de viejos vinilos.

Buscando una luna en Badajoz

Que yo me acuerdo entodavía cuando te besaba…la cago, vuelvo a tiritar…si tú no te juraras siempre que yo te faltaba…a veces todo es tan normal!

Buscando la luna en Extremadura, en Badajoz, en las laderas moras de una ciudad ansiosa por acompañar a Robe y su virtuosa banda. Con esta canción, de aquellas batallitas de viejo, la alcazaba alzaba la voz, con ese tema tras las lecciones melódicas de Mayéuticas, Destrozares y Aleteos varios, vemos en segundos como la adaptación en tan vital como la propia prosa de Robe.

Y en la poesía se ha refugiado y como dijo en una entrevista hace años: «Yo me reivindico más como poeta porque lo que más quiero ser es poeta. Hacer una música, bueno, sí, está bien, pero hacer una letra para mí es mucho más difícil, es donde está una canción. (…) Si algo tiene que ser más importante, para mí siempre ha sido la letra. Puedo tener muchas músicas por ahí pero que no son canciones hasta que no tengo una letra. Cuando tengo una letra estoy más cerca de tener una canción.»

Himnos con los que crecer en familia con coda feliz

Gente que se besa con gente como interludio, público que saca tickets para brindar con cerveza después de la catarsis, niños que bailan alrededor de sus padres mientras estos se abrazan con el segundo movimiento, bajitos que sólo escuchan y saltan descorazonados como un instante de luz, tipos y tipas embriagados en aromas de rock, cipreses, polvo de tierra aftasí, murallas que sólo dejan escapar silbidos de Robe por sus hornabeques como dueño de sus emociones, silencio ronco y nostálgico de aquellas cara A y B de grabaciones de estraperlo; Robe, Mayéutica y coda feliz.

Fotos: Félix Méndez | Texto: Conchita Montes 

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